Vamos caminando por un pasillo y a la distancia se escucha “guau-guau”, vuelvo a ver y me topo con una sonrisa y una mano extendida que se abre y se cierra “guau-guau” dice de nuevo. Es una residente del Hospital Psiquiátrico Chacón Paut que se alegra al ver que llega Afra moviendo su cola, esta es nuestra cuarta visita por lo que ya se ha creado un vínculo entre la paciente y la perrita; una grieta en la rutina y la monotonía de su encierro, un espacio para acariciar, reír, jugar y ser escuchada. Aunque algunas de las pacientes no hablan, y por supuesto que nuestra perra de terapia tampoco, el lenguaje corporal dice mucho más que las palabras. Las risas y sonrisas al tacto con el suave pelaje de Afra, el inclinarse hacia donde está sentada la perra para poder tocarla, abrazarla o besarla, los aplausos cuando tiran la pelota y Afra se las devuelve en una pequeña canasta, son evidencias de que la interacción está siendo terapéutica en muchos sentidos.
Emocionalmente afloran recuerdos, emociones y sensaciones que generan paz, tranquilidad y alegría; aunque en ocasiones puede inundar una conmovedora tristeza y llanto, quizá al llegar a la mente de aquel adulto mayor o aquel privado de libertad, memorias de algún perrito que se tuvo cuando joven, lo que permite el trabajo terapéutico y sanador. Físicamente se trabaja la plasticidad, la coordinación de la motora gruesa, la fortaleza del tronco, coordinación ojo-mano, motora fina entre otros muchos ejercicios que se pueden realizar a través de actividades y dinámicas en las que Afra es la compañera de juegos. Químicamente, con la interacción con los animales apropiados, se produce liberación de ciertas hormonas como endorfinas y oxitocina, que automáticamente producen una sensación de bienestar logrando así reducir los niveles de ansiedad y estrés.
Otra característica de Afra es que es muy sensible a la tristeza humana, cuando se da cuenta de que en mi consultorio un cliente comienza a llorar, se le acerca suavemente al rostro. En una ocasión me encontraba sentada en la alfombra, trabajando con un niño de unos nueve años el tema de la separación de sus padres, lo que lo ponía muy triste y comenzó a llorar, Afra que se encontraba acostada en medio de los dos, se sentó y lo miró, él la abrazó y ella lamió una lágrima que caía por su mejilla, él sorprendido me dijo con una pequeña sonrisa en su rostro: -“Afra me está consolando, ella me entiende”. Yo no hubiera podido haber hecho un mejor trabajo que el de mi coterapeuta ese día, atenta, sensible y sin palabras capaz de dar consuelo y alegría.
Afra, es una labrador de cobrador de año y medio de edad; es hija de una gran perra de asistencia española, de la fundación AIAP. Llegó a mí siendo una cachorra, con la consigna de que fuera una perra de trabajo y ayuda social, y es precisamente en esa tarea en la que me encuentro hoy, dando a conocer los beneficios terapéuticos que a través de estas interacciones se pueden alcanzar.
Recientemente el grupo ha crecido y ya Afra cuenta con cuatro compañeros más de trabajo: Pity, Arya, Blue y Tango, unos hermosos perros que han pasado las pruebas, han trabajado muy fuerte junto con sus dueños y ahora forman parte del equipo de voluntarios del Centro, pues hemos iniciado un Programa de Visitas Asistidas con Perros a diversos centros de salud. Esperamos llegar a muchos niños y niñas, adolescentes y adultos mayores, pues ellos disfrutan de su trabajo, sus colas alegres y su eterna disposición para interactuar con quienes más lo necesitan, así lo aseguran.
Lic. María José Rodríguez
Psicóloga / Psicoterapeuta
Tel. (506) 8880-6628
Centro de Intervenciones Asistidas con Animales